A LA MERCED
Corre de la policía un chico de 14 años. Huye con su homie. Para su edad, corre veloz como un venado, en uno de los barrios marginales de Ciudad de Guatemala.
Resistió
el brutal ritual de iniciación de la pandilla que lo aceptó; noqueó a un
integrante de la pandilla (con quien peleó a puño limpio) en una pelea callejera.
Le faltó cumplir un requisito, y así completar su membresía. Tenía que matar a alguien.
Antes de que pudiera hacerlo, la autoridad policial le dio persecución a él y a
su compa.
Doblando las esquinas, el chico se percató de que su homie lo dejó al vaivén de la suerte; a la merced de los uniformados. Sonaron balazos, y los zanates que posaban en los tendidos eléctricos del barrio, volaron despavoridos en el horizonte de la urbe.
CONEXIÓN ASTRAL
Despistada, una niña cruza las calles de San Salvador. Fue abandonada por su madre en un semáforo, hace una hora atrás. Resuena en su mente las últimas palabras que escuchó: «quédate aquí. No tardo».
Los
ojos de la niña son un desierto marciano. Tantos fajazos e
insultos que recibía de su madre (quien a su vez era golpeada por su conyugue) los
secaron.
Sin plena conciencia, la niña camina en un pantano de peligros superpuestos. Caminando vagabunda en una acera, se encontró con una joven madre; vendedora de tortillas. Cruzaron miradas que conectaron recíprocamente sus corazones. La joven madre encontró en la niña a una hija; y la niña encontró en una desconocida, lo único que deseaba.
CAMBIO DE PLANES
Escondida
en una catedral: una adolescente espera a su novio, en Tegucigalpa, Honduras. Los
numerosos conflictos familiares y la exacerbada inseguridad social, motivó a
ambos a querer migrar hacia Estados Unidos.
A
sus 18 años está decidida a partir con su novio de 20. Tocaron las campanas y
le llegó información fidedigna de que a su novio lo asesinaron. Consumida por
lo que escuchó, se postró ante la cruz de la catedral; orando, empapada en
llantos salobres como el mar muerto.
Semanas después, en un centro de acogida, leyó en su celular una noticia de fuentes oficiales. Estados Unidos cerró sus fronteras de tierra, mar y aire. Aquel país ya no era una opción para ella; ni ningún otro. Venía una catástrofe, pero la fe de la joven estaba con el rosario que sostenía en sus manos.
NOCHE DE CONMOCIÓN
Saltando
con euforia, un joven universitario celebra la victoria de su partido político.
Lleva una gorra puesta y una camiseta que le hace propaganda al candidato ganador
de las elecciones presidenciales.
Las
explosiones pirotécnicas, los himnos de campaña política; la muchedumbre
gozando en el ambiente nocturno, hacen que la Ciudad de León, en Nicaragua, se
vea como un coloso campo de fiestas. Especialmente en el parque central de la
ciudad, donde se encuentra el joven, extasiado con la música del partido con el
que creció.
Bocinas
gigantes alborotan el enjambre de gente risueña por un prometedor cambio.
Tantos años del mismo sistema político le falló al pueblo. Aquel joven, eso
creyó con fiereza; mucho antes de afiliarse al partido.
De
tantos
saltos eufóricos se le cansaron los pies. Alejándose del ruido, llama a
su
novia, quien le había dicho que celebraría la victoria en su
universidad. Ella
no contestó, después de dos llamadas. Preocupado, el joven camina hacia
la universidad.
Cruzando unas cuadras, se da cuenta que la entrada principal está
abarrotada de camaradas. Al no ver pasada, decide escabullirse por la
parte
trasera del instituto universitario.
Fatigados por la tensión que se acumuló, la pareja empacó maletas y se devolvió a Florida; al Estado donde se enamoraron y abrieron un negocio, en los confines de un barrio latino que ondea a lo alto: banderas latinoamericanas.
RAÍCES NEGADAS
Tuve
de reliquia una botella que celosamente guardé. Era de mi abuelo: Mateo Bárcenas
Esquivel (hijo de padre español y de madre panameña). Antes de que falleciera me
lo obsequió. La botella tenía un valor histórico; databa del siglo XIX.
Mi
abuelo nunca me contó que su mamá tenía raíces africanas, y raíces indígenas
(de la etnia Emberá). Un familiar develó ese secreto que él se negó a aceptar; según fuentes cercanas a la familia.
Una tarde golpeé la botella accidentalmente, mientras limpiaba el estante donde lo tenía guardado. Cayó al suelo, rompiéndose en mil pedazos cristalinos. En su interior había un pergamino que me mostró un extenso árbol, con cada una de mis raíces negadas, por prejuicios y vergüenzas.






