El único
Mi madre siempre me decía que evitara ir a la casa de "El Conde"; quien era un señor muy extraño. Se rumoraba que practicaba brujería, sin embargo nunca se confirmó. Falleció por causas naturales.
De niño le hice caso a mi vieja. Pasaron los años, y la casa se veía exactamente igual de decrépita.
Ya de adolescente, pensé que mi madre exageraba y que los rumores eran
tonteras. Con incredulidad entré a la propiedad del fallecido anciano, en
compañía de algunos amigos del cole. 
Ingresamos a la casa y exploramos el patio trasero. Descubrimos montañas de chatarras. 
—Octubre de 1996. Mes de sacrificios humanos. Este año voy a sacrificar a Carlitos.
¡Era yo! El único Carlos del barrio. Por primera vez sentí un temor penetrante.
Ya no volví a acercarme a esa icónica casa (fuente de macabros rumores), después de sospechar que pudo haber sido de mí, y de pensar obsesivamente en Raquel (mi primer amor), quien desapareció misteriosamente en el 94.
Publicado originalmente el 22 de noviembre de 2021
Recuerdo sesgado
Han pasado varios años. La foto de mi niña es lo único que me queda. Yo la llevaba al taller donde trabajaba; también la recogía del cole ¡Carajo, si no fuera por la irresponsable de...! Chingada madre, que en paz descanse.
Todavía no le perdono su descuido. Era muy confiada, principalmente con ese loco que vivía en la esquina; el famoso “Conde”. Vivía más al pendiente de sus pendejas novelas que de la niña.
Mi
mejor amiga
Tendría 39 años. La conocí como una niña con un humor natural. Era mi mejor amiga. Me quedan recuerdos muy bonitos de ella. Solíamos jugar al escondite, en el patio de la casa de mis padres. Los arbustos y los árboles de sabino, eran el lugar perfecto para esconderse. Nunca en mi vida imaginé que no la volvería a ver jamás.
Recuerdo bien aquel año, la última vez que mis padres visitaron a los padres de Raquel. Mi madre me contó que don Samuel, constantemente culpaba a la señora Alicia, y que desde antes la maltrataba. A pocos años de la desaparición de Raquel, su mamá falleció. En la colonia corrieron rumores de que la tristeza de no saber nada de su hija, acabó con su salud. Del padre de Raquel ya no se supo nada. Se marchó de la colonia.
Sorprende saber que mi amiga vivía tanto desmadre. Era súper divertida. Llena de energía. Irradiaba una luz, como pocas.
Vigía
Le dije que se cuidara, que no podía echarle un ojo a cada rato. A regaña dientes alejé a carlitos de unos niños que jugaban cerca de la casa de El Conde. Obvio que algo no estaba bien con ese viejo. Montones de chatarras en el patio y la casa demacrada, no es de una persona cuerda. Cuando me mudé con mi esposo a la colonia, el viejo ese se vestía normal. Su mujer era una güera muy bonita. La veía más joven que él. Un día ella desapareció. Muchos de la colonia le preguntaron al Conde donde se había ido, pero el viejo se ponía violento. Mandó a la verga a todos. Se volvió un ermitaño desalineado, y la sonrisa que tenía por la güera se le borró de un día para otro.
Cada vez que vigilaba a mi hijo me sentía tranquila, con tal de no verlo jugar fuera de mi vista, o cerca del Conde.
Pobre de quien fue mi vecina. Ella sufrió demasiado. Su esposo la golpeaba y le decía cosas muy, muy feas. Dios la guarde. A mí me consta de que cuidaba a su hija, pero se me viene a la mente un incidente bastante extraño con el heladero que pasaba. En ausencia de Alicia (quien al parecer había entrado a su casa a atender el teléfono, por miedo a que fuera su marido), vi, y juro que vi al heladero lanzarle un beso a su niña. Hasta que sospeché que él tenía que ver con la desaparición de la nena; a pesar de que antes de que desapareciera ella: ese tipo tenía un mes de no haber sido visto en la colonia.
Pasado-presente
En una nación como la nuestra, las desapariciones hacen parte del pan nuestro de cada día. Familias enteras han sufrido el flagelo de ello. La mayoría se resigna a encontrar a sus seres queridos vivos o muertos. Su único anhelo se vuelve el sueño de al menos poder darles cristiana sepultura. Unas corren la suerte de encontrarlos vivos, otras cargan con el consuelo agridulce de tan siquiera poder sepultarlos; pero una importante cantidad sigue inclonclusa con el paradero de sus hermanas, hermanos, madres, padres, hijos e hijas; en fin: seres queridos, por las que lloran. Ese es el caso de Raquel Herrera Uriarte.
1984, nace Raquel, hija de Roberto Herrera y Alicia Uriarte, en lo que es ahora La Ciudad de México (en aquel entonces: México DF). Sus vecinos la recuerdan como una niña alegre e hiperactiva, que le gustaba contar chistes y que disfrutaba de hacerle bromas a sus padres y amistades. Su padre, quien ahora reside en Guanajuato, no quiso concedernos una entrevista. Lamentablemente su madre falleció en 1996. Dos años después de la desaparición de Raquel. Le había dado un derrame cerebral.
El enigma se yergue sobre una casa ubicada en la calle donde vivía Raquel. El propietario de la casa lo apodaban: “El Conde”. Aún hoy, la casa abandonada, increíblemente sigue allí. En multitud de ocasiones iba a ser demolida, pero fue comprada por un comprador anónimo, que por un motivo todavía desconocido, decidió dejarla intacta.
La investigación de la ahora extinta Policía Federal, fue "exhaustiva". El principal sospechoso resulto ser El Conde. La Policía, estaba lista para arrestarlo, a petición de los fiscales encargados del caso; pero El Conde tenía una fuerte coartada. En las primeras horas de la mañana fue llevado de emergencia al hospital más cercano, donde estuvo internado por casi dos semanas (producto de una infección pulmonar). Aquel mismo día, Raquel todavía estaba en clase. Se sospecha que su desaparición ocurrió en la tarde; después de que llegara a casa. Lo que significa que el Conde en ningún momento pudo haberla contactado, estando internado. Inmediatamente lo descartaron como el principal sospechoso. Al cabo de un año se archivó el caso. La policía no pudo recopilar pruebas concluyentes.
Los padres de Raquel no se explicaban porqué las autoridades correspondientes archivaron el caso. Presionaron a las autoridades sin éxito alguno. Lo ocurrido a Raquel (una niña de 11 años con un futuro prometedor), dejó una profunda marca en la colonia que la conoció. Hablamos de una niña con aspiraciones, que físicamente está ausente en la vida de los que todavía la recuerdan de varias formas, como una niña que brilló en sus vidas.
Para Noticiero “El Umbral”: José María Benítez.
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