martes, 17 de enero de 2023

VIAJE FORZADO

Daría lo que fuera por comer patatas al horno y esa deliciosa arepa que me preparaba mi madre. Como olvidar también, a Yolanda. Éramos unos chamos cuando le quise dar un beso. Me tapó la boca y dijo preferir tomarme una foto con su cámara Polaroid; en Playa Grande, Caracas.

El viento soplando fuerte; las olas golpeando la costa; la arena quemante; la gente en su burbuja…Son cosas que igualmente quisiera revivir.

La última fecha que recuerdo es: el primero de octubre de 1976 (un día después de que pasé la tarde en la playa, con Yolanda). Iba pedaleando a casa, tomando de atajo un predio baldío. Tantísimas veces usé ese atajo, a sabiendas de lo peligroso que podría resultar. Me imaginaba un asalto, pero nunca, ni en mis sueños más locos imaginé encontrarme con un alien.

Secuestrado, y con obviamente algunos privilegios ganados, escribo esto con lo que el alien (mi amo), llama: “grafía telépata”.

Le dice a otros de su especie que soy una criatura inteligente, cuando me expone ante ellos en una caja de cristal que se vuelve transparente o polarizada; dentro de lo que comparo a un salón. Suertudamente no terminé como los hombres que fueron diseccionados vivos, luego de que intentaran transmutarlos a no sé que cosa.

Gracias a la compasión de mi amo he leído libros antiguos, y según revisé: diccionarios del Siglo XXI. De algún modo ¡Está chévere! Aunque no comparto con él su curiosa naturaleza: el gusto por cristalizar cerebros y de succionar fluidos corporales.
 

 

Publicado originalmente en octubre de 2022

 

 

© 2022, G.D. Romill

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